La ciudad es vocacionalmente democrática. Recordemos desde el conocido adagio medieval de las hanseáticas: “el aire de la ciudad os hará libres” hasta la respuesta espontánea de Mitterrand cuando le preguntaron qué es el socialismo: “es la justicia, es la ciudad”. Pero el progreso o la historia no es una “línea recta que llega hasta nosotros” como creía de adolescente Sartre (primera línea de su texto autobiográfico: Les Mots).
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